viernes, 23 de noviembre de 2012

Utópica realidad.


    Sonaba la alarma mientras los primeros rayos de sol se asomaban por la ventana. Vicente, quien se desperezaba paulatinamente, abrió sus ojos lagañosos, entrecerrados acausa de la fatiga. Un aire inquieto colmaba a habitación. El día había llegado. La mente perturbada de Vicente se encontraba en una turbulenta confusión, estaba deslúcida; pero no importaba, lo único que pensaba era en llevar a cabo su plan, mientras recapitulaba todos aquellos hechos que lo habían llevado a concebir el brutal desquite.
     Vicente había sido un chico muy callado toda su vida. Hijo de un matrimonio no tan considerado, vivía en una constante soledad; no tenía amigos y le costaba relacionarse con niños de su edad. con el tiempo, su vida se había transformado en un desierto, era totalmente monótona. Sus padres, al notar que Vicente ya no era feliz, decidieron mudarse a otra ciudad para darle la oportunidad a su hijo de comenzar de nuevo. Sin embargo, la vida de Vicente no había cambiado mucho desde su llegada al nuevo colegio, es más, había empeorado. Sus compañeros eran crueles, lo maltrataban y se mofaban de él hasta hacerlo colapsar, haciendo de las burlas, los golpes y las emboscadas a la salida parte de su rutina. 
   Los días pasaban y Vicente, ya adolescente, encontraba menos razones para vivir, hasta que él apareció. Rooney. Se conocieron en la biblioteca del colegio. Vicente buscaba una enciclopedia y Rooney fue quien la encontró por él. Lo que comenzó siendo un simple acto de consideración, pronto se transformó en una irrompible amistad. Con el tiempo Rooney se convirtió en su confidente, pues sabía sus más profundos secretos, era parte de su conciencia. Todo lo que él le aconsejaba, Vicente lo seguía al pie de la letra. Era su único escape psicológico.
   Sin embargo, Vicente seguía sufriendo los maltratos de sus pares en clase, ya que Rooney nunca estaba para defenderlo porque nunca asistía a clases. Solo se encontraban en los recreos y cuando sonaba la campana de la salida. Estas vejaciones se habían tornado insoportables, ya que, de simples insultos, la situación había empeorado a tal punto que Vicente terminó internado en el hospital, con quemaduras de segundo grado y ocho puntos en su ceja izquierda.
   Su mente se volvió negra y turbulenta, los pensamientos más oscuros, fruto de tanta angustia y rencor, pasaban por su mente y lentamente, Rooney avivaba cada vez más la sed de venganza en su espíritu.
   Decidido, Vicente se puso de pie, se precipitó hacia el placard y se colocó un chaleco, luego gorro y guantes negros, Tomó un pesado maletín que estaba bajo su cama y sin dejar indicios partió con resolución.
   Ya frente a la escalera principal escuchó la campana que anunciaba la hora del almuerzo. Subió los primeros escalones y apresurándose por los pasillos se encaminó hacia el comedor. Todos estaban allí, aquellos a los que tanto odiaba en un mismo lugar. Abrió el maletín. Nadie notaba su presencia aún, pero luego un primer disparo dio lugar al descontrol. Las balas incesantes salían del cañón con objetivos directos, firmes en su trayecto. El piso del salón se tiñó de rojo. Todo era silencio, solo se escuchaban algunos presentes huyendo. Vicente permanecía estático en el medio del cementerio. En ese momento, Rooney se precipitó en su conciencia. 'Es el fin', le dijo, y los cesos de Vicente terminaron por decorar el morboso escenario. Rooney, producto de su imaginación, se apagó con su conciencia, murió junto a su creador. Su delirio había terminado.